El adjetivo “psicogeográfico” fue acuñado hace ya 50 años por un grupo parisino de ¿artistas? llamado “Internacional Situacionista”. En el primer número de su revista homónima lo definían así: “Psicogeográfico: Relativo a la psicogeografía. Lo que pone de manifiesto la acción directa del medio sobre la afectividad.”
A su vez, “Psicogeografía” era definida como el “estudio de los efectos del medio geográfico, ordenado o no conscientemente, sobre el comportamiento y las emociones de los individuos.”
Según esta oscura doctrina, toda ciudad poseería “un relieve psicogeográfico, con corrientes constantes, puntos fijos” y hasta “torbellinos que dan acceso o salida a algunas zonas muy penosas.”
El “Psicogeógrafo” sería la persona dedicada a la investigación y documentación de determinadas zonas urbanas por medio del paseo apresurado, el vagabundeo en estados de conciencia alterado, el uso de diversas técnicas para extraviarse, y promover el redescubrimiento de la urbe, por ejemplo guiándose de planos de calles correspondientes a ciudades distintas. Comprobaría así algo de lo que la población sólo es vagamente consciente: “Algunos vecindarios son tristes y otros agradables. En general se opina sin más que los barrios elegantes producen una sensación de satisfacción, mientras que las calles pobres son deprimentes.”
“El cambio súbito de ambiente en una calle por espacio de pocos metros; la clara división de una ciudad en zonas de distintas atmósferas psíquicas.”
“El espacio no es una realidad estática. Lo parece porque es tan complejo, y regular. Un engranaje de capas sociales divididas en edades y ocupaciones, con distintos horarios que entran y salen, como una coreografía. Como tejiendo algo que visto a la distancia adecuada será igual tanto hecho aquí como allá, con la excepción de los barrios lumpen y los de alta alcurnia –los dos tipos permitidos de minorías. Falso todo ello. A cada espacio le corresponde un humor.”
A su vez, “Psicogeografía” era definida como el “estudio de los efectos del medio geográfico, ordenado o no conscientemente, sobre el comportamiento y las emociones de los individuos.”
Según esta oscura doctrina, toda ciudad poseería “un relieve psicogeográfico, con corrientes constantes, puntos fijos” y hasta “torbellinos que dan acceso o salida a algunas zonas muy penosas.”
El “Psicogeógrafo” sería la persona dedicada a la investigación y documentación de determinadas zonas urbanas por medio del paseo apresurado, el vagabundeo en estados de conciencia alterado, el uso de diversas técnicas para extraviarse, y promover el redescubrimiento de la urbe, por ejemplo guiándose de planos de calles correspondientes a ciudades distintas. Comprobaría así algo de lo que la población sólo es vagamente consciente: “Algunos vecindarios son tristes y otros agradables. En general se opina sin más que los barrios elegantes producen una sensación de satisfacción, mientras que las calles pobres son deprimentes.”
“El cambio súbito de ambiente en una calle por espacio de pocos metros; la clara división de una ciudad en zonas de distintas atmósferas psíquicas.”
“El espacio no es una realidad estática. Lo parece porque es tan complejo, y regular. Un engranaje de capas sociales divididas en edades y ocupaciones, con distintos horarios que entran y salen, como una coreografía. Como tejiendo algo que visto a la distancia adecuada será igual tanto hecho aquí como allá, con la excepción de los barrios lumpen y los de alta alcurnia –los dos tipos permitidos de minorías. Falso todo ello. A cada espacio le corresponde un humor.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
CORREO: