A estos métodos que permiten el control minucioso
de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus
fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que puede
llamarse" disciplinas". Muchos procedimientos disciplinarios existían
desde largo tiempo atrás, en los conventos, en los ejércitos, también en los
talleres. Pero las disciplinas han llegado a ser en el transcurso de los siglos
XXVII y XVIII unas fórmulas generales de dominación. [...]Distintas de la esclavitud [...], de la
domesticidad[...], del vasallaje[...], del ascetismo[...] El momento histórico
de la disciplina es el momento en el que nace un arte del cuerpo humano, que no
tiende únicamente al aumento de sus habilidades, ni tampoco a hacer más pesada
su sujeción, sino a la formación de un vínculo que, en el mismo mecanismo, lo
hace tanto más obediente cuanto más útil, y al revés. Formarse entonces una política
de las coerciones que constituyen un trabajo sobre el cuerpo, una manipulación
calculada de sus elementos, de sus gestos de sus comportamientos. El cuerpo
humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo
recompone Una "anatomía política", que es igualmente una
"mecánica del poder", está naciendo. [...] La disciplina fabrica así
cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos "dóciles". La disciplina
aumenta la fuerza del cuerpo (en términos económicos de utilidad) y disminuye
esas mismas fuerzas (en términos políticos de obediencia). En una palabra:
disocia el poder del cuerpo; de una parte hace de este poder una
"aptitud", una "capacidad" que trata de aumentar, y cambia,
por otra parte la energía, la potencia que de ello podría resultar, y la
convierte en una relación de sujeción estricta.


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