“Obviamente, es en esta escuela
para la mayoría donde deberá enseñarse la ignorancia en todas sus formas
posibles. No obstante, no se trata de una tarea fácil […] La escuela de la
ignorancia requerirá reeducar a los profesores, es decir, obligarles a
“trabajar de forma distinta”, bajo el despotismo ilustrado de un ejército
potente y bien organizado de expertos en “ciencias de la educación”.
Evidentemente, la labor fundamental de dichos expertos será definir e imponer
las condiciones pedagógicas y materiales de lo que Debord llamaba la
“disolución de la lógica”: en otras palabras, “la perdida de la posibilidad de
reconocer instantáneamente lo que es importante y lo que es accesorio o está
fuera de lugar; lo que es incompatible o, por el contrario, podría ser
complementario; todo lo que implica tal consecuencia y lo que, al mismo tiempo,
impide”. […] Un alumno adiestrado de tal forma se encontrará desde el
principio, al servicio del orden establecido, aunque su intención haya podido
ser absolutamente contraria a este resultado. En esencia, conocerá el lenguaje
del espectáculo, ya que será el único que le será familiar: el lenguaje con el
que le habrán enseñado a hablar. Sin duda, querrá mostrarse como enemigo de su
retórica, pero utilizará su sintaxis.
La polis reinventada: “Una perspectiva de una elección ética y política de la diversidad. Se trata de instaurar una ciudad subjetiva, reorientando las finalidades tecnológicas, científicas y económicas, las relaciones internacionales y la gran maquinaria de los medios de comunicación. Deshacerse de un nomadismo falso que, de hecho, nos deja allí donde estábamos, en el vacío de una modernidad exangüe”.
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