Facebook se aproxima a los 1.000 millones de usuarios. Es un extraordinario
dispositivo capaz de aprovechar cada movimiento que acontezca en su plataforma.
FB es la encarnación del despliegue de la informática de la dominación aplicada
a la ingeniería social. FB ha operado en campo social lo mismo que Google en la
gestión del conocimiento humano en red: la ilusión de que la informática pueda
garantizarnos un acceso neutro y ordenado al complejo de relaciones e
informaciones que componen lo que llamamos Web. Si Google pretende ser el
repartidor de la verdad, FB es el empresario de las relaciones. Mientras nos
entretenemos, o promocionamos nuestros proyectos, en realidad estamos trabajando
para la expansión de un nuevo tipo de mercado: el «comercio relacional». En el
acuario de Facebook somos todos seguidores de la «transparencia radical», un
conjunto de prácticas narcisistas y de «pornografía emocional». Todo por el bien
de la humanidad, de la sociabilidad y de la puesta en común, en nombre de la
libre información: libertad automática garantizada por las máquinas, la libertad
de unas relaciones sociales cada vez más automatizadas. Sin embargo, la
gratuidad tiene un precio, el de proporcionar nuestros datos personales, que
serán elaborados, empaquetados y vendidos a empresas interesadas en potenciar
sus estrategias de venta. Cabe destacar que los algoritmos usados para la
publicidad personalizada por los gigantes de la perfilación online (Facebook,
Apple, Google, Amazon) son los mismos utilizados por los gobiernos despóticos
para la represión personalizada.
¿Qué ideología se esconde detrás de este teatro de la libertad? El aspecto
más importante, no investigado hasta la fecha, es la relación existente entre
Facebook y la potente corriente político-cultural del anarco-capitalismo
estadounidense. La ideología política subyacente es un individualismo
desenfrenado, facilitado por un capitalismo salvador y tecnócrata. En el
acuario de Facebook analiza la filosofía anarco-capitalista poniendo en
evidencia su genealogía en los años Treinta, cuando un grupo de economistas
empezó a desarrollar una teoría centrada en la figura del individuo propietario
y que tuvo su máximo representante en el Nobel para la economía Milton Friedman.
Según Friedman, el Estado era el enemigo principal por combatir en nombre de la
libertad individual, toda actividad humana debía de ser sometida a las leyes de
la demanda y de la oferta. Uno de los inversores más potentes de Facebook es
Peter Thiel, inquietante personaje fundador de PayPal, un libertariano que
propugna la abolición de la moneda y del Estado y cree en la competición más
salvaje como regla de oro de las relaciones sociales.
El anarco-capitalismo de los right libertarians californianos es el
hilo conductor que nos permite trazar una conexión entre Facebook, los Partidos
Pirata europeos y Wikileaks. ¿Cómo no estar de acuerdo con el profundo análisis
del «activismo de salón», que se agota en hacer clic en el «me gusta» de una
página que invita a la movilización para una causa obviamente justa? La opinión
pública resulta producida por un dispositivo tecnócrata en el que todos somos
espectadores pasivos de espectáculos autorizados por la policy de
Facebook.
En el acuario de Facebook no disimula la ambición de desmontar la
visión empresarial no sólo de Facebook, sino de todas las empresas que
construyen sus fortunas económicas sobre un concepto «libertario» de las
relaciones sociales, pues nos hallamos delante de una distopía tecnológica que
conjuga la lobotomía emocional del consumismo sin frenos de Huxley con la
paranoia represiva del control orwelliano.
Ippolita es un colectivo de investigación compuesto por
hackers y activistas sociales, un servidor y una comunidad de «escribientes»,
una encrucijada para compartir instrumentos y conocimientos entre el lenguaje
del mundo digital y el lenguaje de la escritura. Su trabajo consiste en imaginar
posibles herramientas de autogestión y autonomía, no desde lo alto de una teoría
plana y perfecta, sino desde las prácticas cotidianas de uso, abuso y subversión
de las tecnologías que construyen nuestros mundos. Es un modo de acción directa,
un llamamiento a intervenir en el torbellino de la tecnocultura, desarrollando
formas de autoformación y de puesta en común de competencias a través de
prácticas comunitarias de escritura como modelo de autodefensa digital.